Una de las características de los niños altamente sensibles es que perciben el mundo que les rodea de una manera distinta a los demás. Su personalidad simplemente alberga una peculiaridad de procedencia innata que, en ningún caso, se trata de un trastorno o alteración. Experimentar la realidad de un modo alternativo, eso sí, requiere de una comprensión extra por parte de los padres, que deben tener muy presente tal aspecto a lo largo de la crianza.
De qué manera funciona la mente en estos casos
Este rasgo característico comenzó a ser estudiado, en la década de 1990, por la psicóloga e investigadora estadounidense Elaine Aron. Un auténtico referente en este campo, dentro del cual ha desarrollado estudios sobre la activación cerebral, las relaciones personales y la crianza. Según ella, el funcionamiento de la mente en estos casos presenta cuatro singularidades:
1. Profundidad de procesamiento
Por un lado, los estímulos externos se someten a un procesamiento más exhaustivo de lo normal, lo que también suele implicar unas respuestas más intensas a ellos.
2. Sobreestimulación
Otra de las características de los niños altamente sensibles es que, cuando la información recibida es excesiva, pueden llegar a saturarse antes que el resto. Por lo general, en situaciones que suponen cierto estrés tienden a incrementarse los niveles de excitación, lo que puede afectar de manera determinante en el rendimiento.
3. Intensidad emocional
Aunque en ocasiones sea perjudicial, la tendencia a protagonizar reacciones más extremas también tiene su lado positivo. Nos referimos a la capacidad para empatizar con otras realidades hacia la que son proclives estas personas.

4. Susceptibilidad
La percepción de diversos factores sutiles del entorno se experimenta, en ocasiones, con una sensibilidad extrema. Entre los acontecimientos más frecuentes destaca la baja tolerancia hacia elementos como el frío, el calor, los olores o sabores específicos, el tacto con algunos tejidos o la luz.
Cómo saber si nuestros hijos son niños altamente sensibles
Hay formularios disponibles en Internet que, mediante preguntas asociadas a las conductas habituales, pueden revelar que nuestros hijos son niños altamente sensibles. Aunque no equivalen a las conclusiones de un profesional, algunos test con base científica como el publicado por la propia Elaine Aron resultan útiles para indicar la posible existencia de dicho rasgo del carácter.
El funcionamiento de la mente de estas personas se traduce en determinados comportamientos específicos desde la infancia. Sobre todo, a la hora de responder a los estímulos externos o de relacionarse con los demás. Es en estos momentos cuando normalmente surgen circunstancias que marcan las características de los niños altamente sensibles, como:
1. Búsqueda ocasional de la soledad
Aunque no tiene por qué existir una tendencia persistente a la soledad, a veces disfrutan de periodos sin compañía e incluso llegan a necesitarlos de manera periódica.
2. Introversión, timidez y prudencia en las relaciones sociales
Además, cuando no sienten la suficiente confianza, tienen dificultades para expresar lo que piensan y muestran timidez en sus relaciones sociales. Sobre todo al principio, cuando también acostumbran a extremar la prudencia en el trato. Sin embargo, si con el paso del tiempo se sienten a gusto dentro de un círculo, no es extraño que lleguen a convertirse en uno de los referentes en él.
3. Problemas de atención
Si bien este asunto no guarda relación con ninguna patología que dificulta la atención, no es extraño que la mente de estos menores se disperse en ocasiones. Su gran capacidad creativa e imaginativa es la causante de esos despistes puntuales.
4. Actos marcados por la conciencia y la empatía
Como apunta este estudio de Universidad de California, Santa Bárbara, las personas altamente sensibles experimentan una mayor activación de las regiones cerebrales implicadas en la conciencia y la empatía. Competencias que comienzan a aflorar desde las primeras etapas de la infancia a través de actos desinteresados hacia los demás.
5. Reacciones maduras impropias de su edad
De hecho, los niños y niñas con este tipo de carácter suelen desarrollar conductas propias de edades más avanzadas. Muchos destacan por su magnetismo emocional, su perfeccionismo o su curiosidad hacia el aprendizaje, por lo que a veces es posible caer en la confusión con las altas capacidades.

6. Susceptibilidad ante determinados estímulos
Como mencionábamos anteriormente, también experimentan una alta susceptibilidad hacia diversos estímulos externos. Entre las situaciones más recurrentes, se incluyen ciertos olores y sabores, los ruidos, las molestias hacia tejidos ásperos, la excesiva iluminación o la dificultad para conciliar el sueño tras las jornadas mayor actividad.
7. Respuestas emocionales intensas
El temprano desarrollo de la inteligencia emocional alcanza niveles que, algunas veces, desencadenan reacciones más extremas de lo aparentemente razonable. Tanto en sentido positivo como negativo, la intensidad de los sentimientos puede explotar en respuestas desmedidas.
8. Tendencia a estresarse
El profundo procesamiento de la información que les rodea también les convierte en individuos proclives al estrés. Cuando se adentran en entornos agitados, se enfrentan a retos importantes o se ven acorralados por las críticas pueden llegar a sentirse desbordados, lo que reduce a partir de ahí la eficacia de sus acciones.