Los padres debemos tener mucho cuidado con los métodos que utilizamos para disciplinar a nuestros hijos, siempre evitando la agresión verbal y física. Si en un momento de ira nos dejamos llevar por nuestros impulsos y sacudimos al menor con violencia, podríamos causarles el síndrome del niño zarandeado, que conlleva graves daños cerebrales e incluso puede ser letal.
Qué es el síndrome del niño zarandeado
Este síndrome describe una serie de lesiones cerebrales severas que se producen por sacudir al niño de forma violenta. Cuando se agita con fuerza la cabeza de un bebé, las células cerebrales se pueden destruir e impedir que el oxígeno fluya normalmente.
Según el sitio En Familia, de la Asociación Española de Pediatría, “es un problema relativamente frecuente. Se estima que su incidencia en el mundo es de 20-25 casos por cada 100.000 niños menores de dos años. En España, de los 450.000 bebés nacidos al año, unos 100 pueden padecer este síndrome”.
Cómo se produce
La cabeza de los bebés representa casi el 25 % de su peso, mientras que los músculos del cuello son todavía muy débiles. Al agitar al menor con violencia, el cerebro choca contra las paredes del cráneo pudiendo ocasionar sangrado e inflamación interna, lesiones en la médula espinal e incluso problemas visuales irreversibles.
Generalmente, el síndrome del niño zarandeado surge como consecuencia del maltrato infantil, causado por padres irritados y frustrados que drenan su ira contra un ser indefenso
En muchos casos, este tipo de violencia deja secuelas permanentes en el bebé, condicionado el resto de su vida.
Un menor puede sufrir este síndrome al ser zarandeado por unos pocos segundos. Las consecuencias serán peores si son arrojados contra la cuna o un colchón.
En un artículo publicado en la revista Cuadernos De Medicina Forense, el neurólogo infantil Miguel Ruso Campos señala que cuando un menor es agitado con violencia “se generan fuerzas que son demasiado grandes para lo que puede soportar el cuello del niño. La sacudida que produce la aceleración de la cabeza puede causar una lesión severa o letal del cordón espinal cervical, o daños cerebrales importantes”.

Qué lesiones puede causar
El síndrome del niño zarandeado puede ocasionar lesiones cerebrales graves y problemas oftalmológicos como el desprendimiento de la retina, hemorragias e incluso la ceguera.
“Al sujetar con fuerza al menor mientras se le sacude también se pueden dar lugar a fracturas craneales, de costillas y asfixia. El 30 % de los bebés fallece. El 80 % de los supervivientes queda con secuelas neurológicas graves. Por ejemplo, retraso psicomotor, parálisis cerebral, epilepsia y ceguera”, indica un informe de la AEP en el portal Familia y Salud.
¿Los niños zarandeados se recuperan?
En la mayoría de los casos, las lesiones cerebrales causadas por el maltrato infantil suelen dejar secuelas permanentes. Se estima que el 50 % de los menores que sobreviven sufrirán toda su vida de enfermedades irreversibles como algún tipo de retraso mental, epilepsia, parálisis cerebral o ceguera.
También podrían tener problemas de aprendizaje, falta de coordinación motora, dificultades para hablar, habilidades sociales deficientes, entre otras condiciones.
Síntomas
Los síntomas de este síndrome pueden no ser visibles inmediatamente después del maltrato. Pero al poco tiempo comenzarán a surgir hematomas en el rostro, sangrado en los ojos y fuertes dolores de cabeza.
Dependiendo de la gravedad de la sacudida, el niño sentirá dolor en las áreas que hayan sufrido fractura, sea el cráneo, la médula espinal, las costillas, los brazos, las piernas, etc.
Cuando el síndrome se presenta de manera leve, los signos pueden demorar más tiempo en aparecer. Pero tras el paso de los días el bebé comenzará a tener problemas de salud y alteraciones en su comportamiento. En ocasiones, los golpes en el cerebro ocasionan cambios extremos en el humor, irritación, llanto desconsolado, ira y otros problemas de conducta.

Los síntomas más comunes del síndrome del niño zarandeado son los siguientes:
- Vómitos
- Diarrea
- Dificultades para respirar
- Sangrado de ojos
- Irritabilidad
- Dolor por facturas
- Palidez
- Tonalidad de la piel azulada
- Falta de apetito
- Somnolencia
- Parálisis
- Convulsiones
Cómo prevenirlo
Los padres debemos mantener la calma cuando nos sintamos irritados o extenuados, y nunca pagar nuestras frustraciones con los niños. Si no tenemos dominio propio y nos dejamos llevar por nuestros impulsos en un momento de ira, podríamos causarle un daño permanente a nuestro hijo que lamentaremos toda la vida.
Los pediatras españoles proporcionan una serie de recomendaciones para evitar agitar al menor en distintas situaciones que se pueden presentar en el día a día:
1. Optar por otras alternativas ante un ataque de tos
Algunos padres cometen el error de sacudir a los niños cuando tienen un ataque de tos, al atragantarse con los alimentos o presentar un espasmo de sollozo.
En estos casos, los expertos aconsejan coger al bebé en brazos y ponerlo boca abajo mientras le das suaves palmaditas en la espalda. También lo puedes sentar e inclinarlo con la cabeza hacia delante mientras masajeas su espalda.
2. Averigua la causa del llanto
El llanto constante de un niño puede exasperarnos en un momento dado, pero nunca será una excusa válida para batirlo con brusquedad. Lo correcto es averiguar la causa del llanto, que podría ser cansancio, hambre o algún dolor.
“Los padres han de buscar la causa y, en cualquier caso, intentar tranquilizarlo cogiéndole en brazos, acariciándole y hablándole de forma suave o meciéndole”, recomienda la AEP.

3. Busca ayuda
Si sientes que tu paciencia se agota, debes buscar ayuda en tu pareja, un familiar o un amigo. Todos tenemos días malos y no siempre lograremos asumir una actitud ejemplar ante un berrinche, pero en esos momentos debemos tomarnos un descanso, dejar al menor al cuidado de una persona de confianza y volver cuando estemos más calmados.
“Es conveniente la utilización de estrategias de prevención para el síndrome del niño zarandeado, realizando campañas de sensibilización en la población general acerca del peligro existente al sacudir a un menor, especialmente en la época de lactante, y de la educación sobre la forma de manejar las fases de llanto incoercible”, aconseja el doctor Campos.